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Ambas facetas son las que Diego Linares plasma en sus telas a través de retratos de mujeres de raza negra. Esto, además de su particular propuesta visual, la repetición y el color, buscan comunicar aquello que está escondido en el espíritu del ser humano.

Ambas facetas son las que Diego Linares plasma en sus telas a través de retratos de mujeres de raza negra. Esto, además de su particular propuesta visual, la repetición y el color, buscan comunicar aquello que está escondido en el espíritu del ser humano.

"Gritan el vació de existir", dice Diego Linares (Argentina, 1965).

Eso hace la mujer amarilla. También la mujer azul y la roja. Amarillo, azul, rojo. Como la bandera de Colombia, un país teñido durante muchos años por la violencia. Eso denuncia ese tríptico de cuadros del artista argentino, que son parte de su serie Scream. Llama a su técnica “pintura de impacto”, porque “golpea” al mirarla y porque esas imágenes que se reiteran una y otra vez son también el grito de Linares a la atención del espectador.

No adhiere a movimientos o tendencias específicas, pues dice que el arte con el que comulga "es mágico, expresión total de la inteligencia espiritual”. Siempre atado con su faceta creativa de una u otra manera, como él mismo comenta, estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de Tucumán -su ciudad natal- y en la Academia de San Fernando, en Madrid. Pero sus estudios traspasan estos límites con creces: también estudió dibujo y grabado, diseño gráfico, fotografía y cerámica. “Cualquier aprendizaje produce crecimiento. El arte es la concentración de todas las cosas, y lo que se decanta es la esencia”, expresa el artista.

Todo este bagaje lo acompaña e inspira, culminando en piezas que a simple vista bien podrían parecer, por ejemplo, fotografías intervenidas. Las obras de Linares de cierta forma nos remiten a la era digital, pero en realidad a través de su propuesta estética lo que él busca es reivindicar el papel que tiene una disciplina que existe hace cientos de años, la pintura al óleo. “Hoy es difícil ver la frescura y la emoción que produce el alma de la materia sobre el lienzo”, opina.

Pero no sólo la cualidad visual individual de cada obra evoca un efecto cibernético. Al modo de un grabado o de una fotografía, muchas de las pinturas de Diego Linares parecen ser seriadas: la misma mujer, con la misma actitud, se repite en varios lienzos, en colores diferentes. Son pequeños los detalles que revelan que cada obra es completamente única. Hoy la tecnología permite la repetición de una imagen hasta cansarla, pero él no agota las suyas. De cada una de ellas se desprende una reflexión, una sensación y un quiebre al equilibrio precario en que se sostiene un rostro, construyendo así una crítica y un juicio en torno al concepto de originalidad. “La repetición es el rezo del artista, lamento y sosiego. Yo repito hasta el cansancio el frenesí que juega con uno mismo a labora de intentar pintar. Lo original es el resultado visual”, comenta. No lo hace con ánimo de industrializarlas, sino que la intención final de esta “producción en masa” es la comunicación.

Con el color, por el contrario, no siempre hay un propósito. “Cuando comienzo a pintar, el color es lo que descifra el espíritu del cuadro”, dice Linares. El negro es uno de sus colores constantes, pues en sus trabajos representa a mujeres afroamericanas: por los vínculos que vienen desde su infancia -su partera era negra- y porque la discriminación por color le genera interrogantes y un deseo de retratarlas a partir de fotografías o modelos, para obtener la caracterización de emociones que se conjugan con su estado anímico. Así, fascinado por la expresión de sus ojos, de su rostro y los contrastes naturales de sus rasgos, el pintor hace un interesante trabajo de luces y sombras que develan sus inquietudes más internas. "La oscuridad y la luz casi siempre revelan lugares recónditos del inconsciente. Juegan y delimitan nuestro mundo virtual del real, por lo menos de nuestra imaginación de artista. La luz es el camino, la oscuridad es lo que no conocemos o lo que vamos a inventar”, explica Diego Linares.

En este último punto aparece un tema clave en la obra del pintor: y es que ese hombre de gran estatura, carácter fuerte, peleador y amante del fútbol, como él cuenta, también tiene una faceta femenina que convive con su lado varonil y que busca su salida a través del pincel. Así, la mujer es la protagonista no sólo de la serie Scream, sino de la mayor parte del trabajo del pintor. Algunas muestran sus rostros, su cuerpo o sus alas; otras gritan, se agarran la cabeza o te observan con una mirada provocadora. "Siento que la pasión del hombre en la constancia por descubrir los velos que nos unen, hacen intrínseca, maravillosa y creativa nuestra simbiosis existencial”, dice Linares, y agrega: "¿Cómo sería pensar en femenino sin masculino, el mítico encuentro que el ser humano concibe como real? Mi mujer transmuta en mí creación y locura”.

Si bien Linares trabaja en base a fotografías de modelos de piel morena, con su trabajo él no pretende rescatar un cierto tipo de belleza o sólo el papel de la mujer porque, tal como él tiene sus dos facetas a flor de piel, las mujeres que Linares retrata son, también, a la vez femeninas y masculinas; en sus cuadros la mujer “no existe como género”. No. Lo de Linares tiene un trasfondo que trasciende y apela al espíritu, a la reflexión. Como ha dicho el crítico y curador argentino Sebastián López "la imagen apunta hacia afuera de la imagen misma”. Es lo que sucede en su tríptico Scream, por ejemplo, que habla del vacío, de la violencia.

Galerías de su natal Argentina, de España, Costa Rica, México, Miami y Panamá han acogido la obra de Diego Linares. Luego de una itinerancia por distintas naciones, el pintor pretende volver a radicarse en su país y desde ahí explorar, como él dice, “un punto de observación nuevo y excitante”.

Loma Toselli

Angélica Navarro

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